viernes, 3 de junio de 2022

NACIONALISMO

Revisar el pasado para mirar al futuro

NACIONALISMO MEXICANO

“El nacionalista cree que el lugar donde nació es el mejor lugar del mundo; y eso no es cierto. El patriota cree que el lugar donde nació se merece todo el amor del mundo; y eso sí es cierto.” Camilo José Cela

INICIOS DEL NACIONALISMO EN MÉXICO (PRIMERA PARTE)

Después del movimiento independentista en América, el cuál fue un proceso de guerra sangrienta que se desarrolló desde el siglo XVIII, hasta principios del siglo XIX, se comenzó a generar en los nuevos países una necesidad de identidad propia,. Símbolos que identificaran y representaran a estos nacientes países americanos; ante el resto de los demás.  



Las celebraciones conmemorativas, los rituales seculares y al mismo tiempo sacralizados por distintos grupos sociales, instauran símbolos comunes, metafísicos. Es decir, lo que se percibe y no se palpa físicamente como puntos en común entre los unos y los otros. 

Estos símbolos nos sitúan en un "nosotros". Ciudadanos con una conciencia cívica e incluso sin ella. Nosotros, "hijos de la Revolución", los mexicanos, la nación. 

El nacionalismo cultural crea consensos y grupos de opinión pública que se establecen y se basan en la interacción social de reconocimiento mutuo. 

Sin embargo, Federico Navarrete Linares (Doctor en Estudios Mesoamericanos, Facultad de Filosofía y Letras, UNAM, especialista en la conquista de México y racismo en México) ha denunciado que el nacionalismo posrevolucionario enquistó en los mexicanos un statu quo racista, lo cual, con la embestida neoliberal, se conjugó con el clasismo que había sido casi sepultado con los movimientos nacionalistas. 

A éste respecto, el tema del racismo sigue siendo negado. pero sigue constituyendo uno de los principales motivos de la lucha de clases no solo en México, sino en toda latinoamérica. 

En México, los movimientos nacionalistas se enmarcaron en la búsqueda de identidad nacional que antes de lograr la Independencia del dominio español en 1821, y una vez derrocado el fugaz Imperio de Agustín de Iturbide, los Constituyentes de 1824 que dieron origen a la República, pero se encontraron con un Estado Sí, que se acababa de constituir, pero no hallaron por ningún lado una identidad que uniera a la nación.

Las crisis  en el mundo, entre las guerras napoleónicas y la guerra franco-prusiana,se reflejaban dentro de nuestras inestables fronteras. Los movimientos y juegos de poder geopolíticos estaban poniendo en riesgo la soberanía de la recientemente constituída nación. El nacimiento de México como nación, al concenso de las demás naciones fue sangriento, incluso descarnado.

En otras palabras, la idea de la mexicanidad sólo existía en las mentes de quienes pertenecían a las élites política, militar, intelectual y eclesiástica. La gran mayoría de los ciudadanos de los Estados Unidos Mexicanos ( a partir de la Constitución, se habían erradicado las castas, los fueros y  se había reconocido a todos la; ciudadanía y la igualdad ante la ley) eran mestizos y sobre todo indígenas que poco o nada sabían de la existencia de los demás pobladores y etnias, que no podían comunicarse entre sí porque hablaban distintas lenguas, ya que sostenían culturas y valores muy diferentes unas de las otras en un mismo territorio. 

En 1847, en plena invasión norteamericana, los mayas en Yucatán se alzaban en armas contra los terratenientes y los gobernantes criollos de su estado, a quienes consideraban tan invasores como a los estadounidenses. Naturalmente, ellos se veían a sí mismos como mayas, no como mexicanos. De esta manera el racismo perduraba en una misma nación.

El primer intento de forjar una identidad común fue el llamado “patriotismo criollo”. En el siglo XVIII, los descendientes de españoles nacidos en la Nueva España (criollos) eran discriminados por parte de los nacidos en España (peninsulares). Estos, los peninsulares, acaparaban las posiciones de poder en todos los ámbitos y les dejaban puestos secundarios a los criollos. Si esto era así, podemos imaginar qué lugares ocupaban los mestizos o los originarios... 

El sentimiento de marginación, agravado por el hecho de que los criollos se asumían con más derecho que los españoles a dirigir los destinos de las tierras donde habían nacido, se manifestó en una polémica intelectual. Desde esa época, en Europa se publicaron libros de científicos y filósofos del mundo anglosajón y gálico, como Raynal, De Pauw y Robertson. que denigraban todo lo que implicaba al continente americano y a sus pobladores, sobre todo indígenas,  alegando que tanto la flora y la fauna como la población, eran inferiores a los europeos. En respuesta, pensadores criollos de La Nueva España escribieron extensos tratados refutando esa tesis y defendiendo a América y, en particular, a la reciente nación mexicana, pero al hacerlo se dieron cuenta de que tenían que exaltar a aquello cuya paternidad no podía ser reclamada por Europa, es decir, la geografía, la biodiversidad autóctona y las civilizaciones indígenas.


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De ese modo, el criollaje reclamó como suyo el pasado prehispánico, pero al mismo tiempo lo utilizó como bandera para fines políticos, económicos, excluyendo a los pobladores originarios del México antiguo. 


EXPONENTES DEL MÉXICO CRIOLLO

En los primeros años de vida independiente de México, se realizó la búsqueda de las bases de la una nación mexicana. Ésta, como resultado de una historia que se anclaba principalmente al periodo virreinal, pero echando mano de los "pocos" referentes indígenas que habían dejado los españoles tras su invasión. El nacionalismo mexicano fue desarrollado por los criollos y y dentro de sus exponentes, destaca Francisco Xavier Clavijero, con su obra "Historia antigua de Mexico" (1781). 

Tras la conclusión de la guerra de Independencia, los políticos mexicanos asumieron el reto de edificar una pedagogía política, con la intención de integrar al país en la “normalización cultural” del siglo XIX. Se consideraron como parte de una empresa colectiva para formar una identidad nacional, donde las artes liberales y su difusión les ayudarían a consolidar su visión de México. Pudieron organizarse con base en nuevas formas de sociabilidad, que se mantendrían a lo largo del siglo XIX: las logias, las tertulias y veladas literarias, las sociedades y academias.

Por otra parte, los héroes fueron también materia de disputa. Carlos María de Bustamante intuyó la necesidad que la nueva nación tenía de crear sus propios símbolos, sus propios héroes y cultos. Así, se asignó la tarea de ser el incansable surtidor de nuevos símbolos nacionalistas. En sus obras, Cuadro histórico de la Revolución mexicana y Diario histórico de México, así como en sus numerosos libros y publicaciones periodísticas, estableció el modelo de los panegíricos, celebraciones, aniversarios y monumentos que más tarde habrían de recordar las hazañas de los héroes de la patria y celebrar los actos fundadores de la nación.

A la lista de héroes de la insurgencia que creó Bustamante (José María Morelos, Miguel Hidalgo, Ignacio Allende, Juan Aldama), se agregaron los nombres míticos de Moctezuma, Cuauhtémoc, Netzahualcóyotl, Quetzalcóatl y muchos más, y así se formó un olimpo entreverado de héroes indígenas e insurgentes. En el mismo periodo que se inauguró la primera república federal de 1824, se configuró la pluralidad de “espacios públicos”, donde se continuaban las discusiones en torno a la nación. La calle y la plaza, el Congreso y el Palacio, el café y la imprenta. 

Entre las décadas de 1830 a 1840, surgieron las academias y sociedades que tenían un doble propósito: animar el intercambio de ideas e instruir a la gran masa. Así, tuvo un papel fundamental La Academia de Letrán, fundada en 1836 por José María Lacunza, Juan Nepomuceno Lacunza, Guillermo Prieto y José Bernardo Couto. Su objetivo era formar una literatura nacional, en palabras de Prieto, “tendencia decidida a mexicanizar la cultura, emancipándola de toda otra y dándole carácter peculiar”.

La derrota de 1847 (intervención estadounidense) provocó una gran conmoción en la clase política, que vio cómo el país estaba al borde de la desintegración. En este panorama desolador, Mariano Otero afirmó: “En México no hay, ni ha podido haber espíritu nacional, porque no hay nación”. Ante el temor de que México desapareciera como nación independiente, poco a poco, se empezó a consolidar la idea de una monarquía, que veía en la religión católica el único lazo que podría mantener unidos a los mexicanos. 

En ésta situación pesimista de principios de 1850, vio la luz el Himno nacional Mexicano. Hasta entonces, sólo había un símbolo secular: la bandera, constituida por los colores que Agustín de Iturbide eligió para simbolizar las Tres Garantías, y que se convirtió en emblema oficial desde el 2 de noviembre de 1821. Además, recurriendo a símbolos del pasado para "integrar" a la población originaria se le añadió el águila posada sobre el legendario nopal náhuatl como escudo, como un deseo de fundamentar los orígenes del nuevo país en ese pasado mítico. 

Para Enrique Florescano, la revalorización del escudo y la bandera “demuestra que los símbolos de las culturas mesoamericanas resistieron con éxito la invasión de los símbolos europeos y, a la postre, se impusieron a ellos como elementos de la identidad nacional”, de forma etnocéntrica, centralizadora de los múltiples Méxicos que afloraban a lo largo del siglo...




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